LIVRO
JOSE ARTIGAS CONDUCTOR RIOPLATENSE
1811 – 1820
UNAM Biblioteca del Estudiante Universitario
1979
ISBN 9685826595
Impreso y hecho en México
Introducción , selección de documentos y notas de Roberto Ares Pons:
ROBERTO ARES PONS nació en Montevideo, Uruguay, el 5 de diciembre de 1921. Ejerció la docencia en su país natal, en las áreas de historia americana e historia universal, desde 1948 hasta 1974.
Tiene vasta obra publicada, en la cual figuran títulos como Problemas de la juventud Uruguaya(con otros); Uruguay: Provincia o Nación? ; Uruguay en el siglo XIX – Acceso a la modernidad: La Intelligentsia uruguaya y otros ensayos; España en América; Las vísperas de la primera emancipación; El gaucho, etcétera. Además de estas obras publicadas en volumen ha escrito numerosos ensayos y artículos aparecidos, en revistas y periódicos de Argentina, Bolivia, México y Uruguay.
Desde 1976 reside en México, donde desempeña tareas de redacción en la Gaceta UNAM.
INTRODUCCION
Antecedentes familiares
Em 1724 desembarcó en la bahía de Montevideo el gobernador de Buenos Aires, don Bruno Mauricio de Zabala, dispuesto a iniciar las obras de fundación de una plaza fuerte y apostadero naval. Era la concreción de un viejo proyecto postergado, en gran parte, por presión de los comerciantes de Buenos Aires, quienes temían la competencia de un nuevo puerto establecido en la margen izquierda del estuario. Sobradas razones tenían para ello. La bahía de Montevideo ofrecía un excelente puerto natural, mientras el de Buenos Aires, de aguas bajas y fangosas, no permitia acercarse a la costa a las naves de ultramar. Sin embargo, la necesidad de contener la penetración portuguesa fue fuerte que las aprensiones de los comerciantes porteños y Zabala decidió, de acuerdo a las instrucciones de la Corona, erigir la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo. El proceso fundación abarca varios años, desde 1724 a 1730, año este último en que se instala el primer cabildo de la ciudad.
El grupo inicial de colonos fundadores estuvo integrado por siete familias vecinas de Buenos Aires, a las que se sumaron luego otras traídas expresamente de las Islas Canarias. Entre las venidas de Buenos Aires se hallaba a la de Juan Antonio Artigas, exsoldado aragonés, casado con Ignacia Javiera Carrasco, qué serían los abuelos paternos del futuro prócer rioplatense.
Ignacia Javiera descendía de la ñusta peruana Beatriz Tupac Yupanqui, hija del inca Tupac Yupanqui, casada con el capitán español Pedro Alvarez Holguín. Correrán pues, algunas gotas de sangre solar de los incas, por las venas de su nieto, en cuya persona se enlazan así el pasado y el futuro de América. Por otra parte, la generación de dicho capitán Alvarez Holguín, también llamado Pedrálvarez Holguín, se remonta, por los Melo Coutinho, hasta Alfonso III, rey de Portugal, quien a su vez descendía del Cid Campeador, según lo afirma el erudito Ramón Menéndez Pidal. De este modo confluirán, en Jose Artigas, las más ilustres tradiciones del Viejo y del Nuevo Mundo.
Juan Antonio había combatido en la Guerra de Sucesión Española, en las filas del bando derrotado, o sea el que apoyaba el archiduque Carlos. Este fue, seguramente, uno de los motivos de su imigración a América. Como los demás membros del grupo fundador, recibió en donación un extenso solar para casa-habitación dentro del recinto amurallado, una suerte de chacray una suerte de estancia en los alrededores de la ciudad, junto con la condición de hijodalgo. Formó parte del primer cabildo y en años posteriores fue varias veces nuevamente designado, ocupando los cargos de alcalde provincial, alcalde de Santa Hermandad y alférez real. Tuvo el grado de capitán de milicias de caballería, y en su designación para dichos cargos influyó su calidad de antiguo soldado de esta arma. La función de alcalde provincial tenía relación con las zonas rurales, y la de alcalde de Santa Hermandad implicaba el patrullaje en las mismas, la presión del bandolerismo y el enfrentamiento con los indios hostiles. Dadas las condiciones del medio, esa actividad exigía la destreza ecuestre.
Uno de los hijos de Juan Antonio e Ignacia Javiera bautizado con los nombres de Martín Jose, sería el padre de José Artigas. La vida de Martin José, en sus grandes líneas, reprodujo la de Juan Antonio. Como éste, fue capitán de milicias de caballería y ocupó en el cabildo los mismos cargos. Se destacó entre sus hermanos por su habilidad y constancia en el cuidado de sus posesiones y caudales, acrecentando el patrimonio recibido en herencia. Gran parte de su actividad se aplicó a las tareas agropecuarias, como consta en actas del cabildo que señalan su inasistencia por hallarse dedicado a las ocupaciones de la zafra. Contrajo matrimonio con Francisca Pasqual o Arnal, unión de la que nacieron varios hijos; entre ellos, José Gervasio, nacido el 19 de junio de 1764 quien sería conocido en la historia con el título de Protector de los Pueblos Libres.
Infancia y juventud de José Artigas
La niñez de José Artigas transcurrió en el recinto urbano, en las casas solariegas de sus antecesores. Asistió a la escuela de los padres franciscanos, en el Convento de San Bernadino, adonde concurrían los hijos de las familias patricias, esto es, las que constituían el sector más acaudalado e influyente de la población, compuesto en su mayor parte por los descendientes del grupo fundador. En dicha escuela se pagaba una módica asignación, lo que establecía una tenue línea divisoria con las familias que enviaban a sus hijos a la escuela gratuita sostenida por el cabildo.
El patriciado montevideano carecía de las ínfulas aristocratizantes propias de las clases altas de los virreinatos del oro y de la plata. Provenía de los estratos populares de la Península, de labradores y artesanos que habían venido a América como colonos, y no como conquistadores, y carecía del prejuicio que lleva a la nobleza a despreciar las tareas manuales y productivas como propias de gente baja y servil. Por otra parte, imperando en la Banda Oriental como en todo el litoral platense, la monocultura ganadera , la mano de obra empleada en las estancias no era el esclavo africano ni el indio reducido a servidumbre, sino el gaucho, altivo jinete que se caracterizó por su carácter reacio a toda autoridad, lo que fortalecía las tendencias igualitarias de la sociedad oriental en el época colonial.
La enseñanza que recibió Artigas fue la primera, pues era la única que se impartía de modo organizado en Montevideo. Los que deseaban continuar sus estudios debían trasladarse a otros centros urbanos más importantes. En Buenos Aires existía un colegio secundario; en Córdoba y en Charcas se hallaban las dos únicas universidades del virreinato del Río de la Plata. Parece ser que Artigas mostró cierta inclinación a las letras, haciendo concebir su familia el propósito de encaminarlo hacia la carrera eclesiástica. Nada más opuesto al temperamento de Artigas, quien se resistió vivamente, y a los quince años abrazó un tipo de vida y actividad más conforme a sus deseos, pasando a trabajar en las tareas agropecuarias en la estancia paterna del Sauce.
Debe hacerse constar que en la Banda Oriental existían dos clases de hacendados, que se diferenciaban por diversos rasgos socioeconómicos y culturales: los de tipo patricio y los de tipo cimarrón. Los primeros residen en la ciudad, y suelen administrar sus establecimientos ganaderos por medio de capataces y mayordomos. Los segundo reciben esa denominación metafóricamente, pues cimarrón es la palabra que en el Río de la Plata designa el ganado silvestre o salvaje. Estos hacendados son nacidos y criados en el medio rural. Tienen los mismos hábitos y vestimenta que sus peones y subordinados, hablan y piensan como ellos, son hombres de a caballo y participan personalmente en la faena pecuaria, cifrando su orgullo en su destreza como domadores, pialadotes o baqueanos. La familia de Artigas ocupaba un lugar intermedio entre ambas categorías, ya que tanto Juan Antonio como Martín José fueron expertos jinetes y atendieron personalmente sus establecimientos de campo. Estos ejemplos influyeron notoriamente en el joven Artigas, despertando su amor a la vida rural, que ya no abandonará, con excepción de unas breves visitas o estadías en Montevideo.
En la estancia del Sauce comienza su aprendizaje de las condiciones de vida en la campaña y del carácter de sus habitantes: paisanos, gauchos, indios y negros esclavos.
Debe recordarse que la explotación ganadera de la época era más una cacería de ganado que un verdadero pastoreo. La mayor parte del ganado era silvestre, tanto el cimarrón que pastaba en la pradera abierta, como el que se criaba en las enormes estancias de la época, que en su mayor parte no se hallaba sujeto a rodeo. La lidia con este ganado arisco, su persecución o su acarreo a través de dilatadas extensiones durante interminables jornadas, hacían el jinete que las ejecutaba estoico, sobrio y belicoso, capaz de soportar todas las privaciones y todas las inclemencias de la vida a la intemperie. En esas tareas se templó el cuerpo y el espíritu de Artigas, como de todos los caudillos rurales que participaron en la guerra de la Independencia…
1811 – 1820
UNAM Biblioteca del Estudiante Universitario
1979
ISBN 9685826595
Impreso y hecho en México
Introducción , selección de documentos y notas de Roberto Ares Pons:
ROBERTO ARES PONS nació en Montevideo, Uruguay, el 5 de diciembre de 1921. Ejerció la docencia en su país natal, en las áreas de historia americana e historia universal, desde 1948 hasta 1974.
Tiene vasta obra publicada, en la cual figuran títulos como Problemas de la juventud Uruguaya(con otros); Uruguay: Provincia o Nación? ; Uruguay en el siglo XIX – Acceso a la modernidad: La Intelligentsia uruguaya y otros ensayos; España en América; Las vísperas de la primera emancipación; El gaucho, etcétera. Además de estas obras publicadas en volumen ha escrito numerosos ensayos y artículos aparecidos, en revistas y periódicos de Argentina, Bolivia, México y Uruguay.
Desde 1976 reside en México, donde desempeña tareas de redacción en la Gaceta UNAM.
INTRODUCCION
Antecedentes familiares
Em 1724 desembarcó en la bahía de Montevideo el gobernador de Buenos Aires, don Bruno Mauricio de Zabala, dispuesto a iniciar las obras de fundación de una plaza fuerte y apostadero naval. Era la concreción de un viejo proyecto postergado, en gran parte, por presión de los comerciantes de Buenos Aires, quienes temían la competencia de un nuevo puerto establecido en la margen izquierda del estuario. Sobradas razones tenían para ello. La bahía de Montevideo ofrecía un excelente puerto natural, mientras el de Buenos Aires, de aguas bajas y fangosas, no permitia acercarse a la costa a las naves de ultramar. Sin embargo, la necesidad de contener la penetración portuguesa fue fuerte que las aprensiones de los comerciantes porteños y Zabala decidió, de acuerdo a las instrucciones de la Corona, erigir la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo. El proceso fundación abarca varios años, desde 1724 a 1730, año este último en que se instala el primer cabildo de la ciudad.
El grupo inicial de colonos fundadores estuvo integrado por siete familias vecinas de Buenos Aires, a las que se sumaron luego otras traídas expresamente de las Islas Canarias. Entre las venidas de Buenos Aires se hallaba a la de Juan Antonio Artigas, exsoldado aragonés, casado con Ignacia Javiera Carrasco, qué serían los abuelos paternos del futuro prócer rioplatense.
Ignacia Javiera descendía de la ñusta peruana Beatriz Tupac Yupanqui, hija del inca Tupac Yupanqui, casada con el capitán español Pedro Alvarez Holguín. Correrán pues, algunas gotas de sangre solar de los incas, por las venas de su nieto, en cuya persona se enlazan así el pasado y el futuro de América. Por otra parte, la generación de dicho capitán Alvarez Holguín, también llamado Pedrálvarez Holguín, se remonta, por los Melo Coutinho, hasta Alfonso III, rey de Portugal, quien a su vez descendía del Cid Campeador, según lo afirma el erudito Ramón Menéndez Pidal. De este modo confluirán, en Jose Artigas, las más ilustres tradiciones del Viejo y del Nuevo Mundo.
Juan Antonio había combatido en la Guerra de Sucesión Española, en las filas del bando derrotado, o sea el que apoyaba el archiduque Carlos. Este fue, seguramente, uno de los motivos de su imigración a América. Como los demás membros del grupo fundador, recibió en donación un extenso solar para casa-habitación dentro del recinto amurallado, una suerte de chacray una suerte de estancia en los alrededores de la ciudad, junto con la condición de hijodalgo. Formó parte del primer cabildo y en años posteriores fue varias veces nuevamente designado, ocupando los cargos de alcalde provincial, alcalde de Santa Hermandad y alférez real. Tuvo el grado de capitán de milicias de caballería, y en su designación para dichos cargos influyó su calidad de antiguo soldado de esta arma. La función de alcalde provincial tenía relación con las zonas rurales, y la de alcalde de Santa Hermandad implicaba el patrullaje en las mismas, la presión del bandolerismo y el enfrentamiento con los indios hostiles. Dadas las condiciones del medio, esa actividad exigía la destreza ecuestre.
Uno de los hijos de Juan Antonio e Ignacia Javiera bautizado con los nombres de Martín Jose, sería el padre de José Artigas. La vida de Martin José, en sus grandes líneas, reprodujo la de Juan Antonio. Como éste, fue capitán de milicias de caballería y ocupó en el cabildo los mismos cargos. Se destacó entre sus hermanos por su habilidad y constancia en el cuidado de sus posesiones y caudales, acrecentando el patrimonio recibido en herencia. Gran parte de su actividad se aplicó a las tareas agropecuarias, como consta en actas del cabildo que señalan su inasistencia por hallarse dedicado a las ocupaciones de la zafra. Contrajo matrimonio con Francisca Pasqual o Arnal, unión de la que nacieron varios hijos; entre ellos, José Gervasio, nacido el 19 de junio de 1764 quien sería conocido en la historia con el título de Protector de los Pueblos Libres.
Infancia y juventud de José Artigas
La niñez de José Artigas transcurrió en el recinto urbano, en las casas solariegas de sus antecesores. Asistió a la escuela de los padres franciscanos, en el Convento de San Bernadino, adonde concurrían los hijos de las familias patricias, esto es, las que constituían el sector más acaudalado e influyente de la población, compuesto en su mayor parte por los descendientes del grupo fundador. En dicha escuela se pagaba una módica asignación, lo que establecía una tenue línea divisoria con las familias que enviaban a sus hijos a la escuela gratuita sostenida por el cabildo.
El patriciado montevideano carecía de las ínfulas aristocratizantes propias de las clases altas de los virreinatos del oro y de la plata. Provenía de los estratos populares de la Península, de labradores y artesanos que habían venido a América como colonos, y no como conquistadores, y carecía del prejuicio que lleva a la nobleza a despreciar las tareas manuales y productivas como propias de gente baja y servil. Por otra parte, imperando en la Banda Oriental como en todo el litoral platense, la monocultura ganadera , la mano de obra empleada en las estancias no era el esclavo africano ni el indio reducido a servidumbre, sino el gaucho, altivo jinete que se caracterizó por su carácter reacio a toda autoridad, lo que fortalecía las tendencias igualitarias de la sociedad oriental en el época colonial.
La enseñanza que recibió Artigas fue la primera, pues era la única que se impartía de modo organizado en Montevideo. Los que deseaban continuar sus estudios debían trasladarse a otros centros urbanos más importantes. En Buenos Aires existía un colegio secundario; en Córdoba y en Charcas se hallaban las dos únicas universidades del virreinato del Río de la Plata. Parece ser que Artigas mostró cierta inclinación a las letras, haciendo concebir su familia el propósito de encaminarlo hacia la carrera eclesiástica. Nada más opuesto al temperamento de Artigas, quien se resistió vivamente, y a los quince años abrazó un tipo de vida y actividad más conforme a sus deseos, pasando a trabajar en las tareas agropecuarias en la estancia paterna del Sauce.
Debe hacerse constar que en la Banda Oriental existían dos clases de hacendados, que se diferenciaban por diversos rasgos socioeconómicos y culturales: los de tipo patricio y los de tipo cimarrón. Los primeros residen en la ciudad, y suelen administrar sus establecimientos ganaderos por medio de capataces y mayordomos. Los segundo reciben esa denominación metafóricamente, pues cimarrón es la palabra que en el Río de la Plata designa el ganado silvestre o salvaje. Estos hacendados son nacidos y criados en el medio rural. Tienen los mismos hábitos y vestimenta que sus peones y subordinados, hablan y piensan como ellos, son hombres de a caballo y participan personalmente en la faena pecuaria, cifrando su orgullo en su destreza como domadores, pialadotes o baqueanos. La familia de Artigas ocupaba un lugar intermedio entre ambas categorías, ya que tanto Juan Antonio como Martín José fueron expertos jinetes y atendieron personalmente sus establecimientos de campo. Estos ejemplos influyeron notoriamente en el joven Artigas, despertando su amor a la vida rural, que ya no abandonará, con excepción de unas breves visitas o estadías en Montevideo.
En la estancia del Sauce comienza su aprendizaje de las condiciones de vida en la campaña y del carácter de sus habitantes: paisanos, gauchos, indios y negros esclavos.
Debe recordarse que la explotación ganadera de la época era más una cacería de ganado que un verdadero pastoreo. La mayor parte del ganado era silvestre, tanto el cimarrón que pastaba en la pradera abierta, como el que se criaba en las enormes estancias de la época, que en su mayor parte no se hallaba sujeto a rodeo. La lidia con este ganado arisco, su persecución o su acarreo a través de dilatadas extensiones durante interminables jornadas, hacían el jinete que las ejecutaba estoico, sobrio y belicoso, capaz de soportar todas las privaciones y todas las inclemencias de la vida a la intemperie. En esas tareas se templó el cuerpo y el espíritu de Artigas, como de todos los caudillos rurales que participaron en la guerra de la Independencia…
COMPRAR