LP JUAN PEÑA EL LEBRIJANO CANTA PERSECUCION
UN RELATO DE FELIX GRANDE
PHILIPS9113004
1976
SERIE ESPECIAL
Cara 1
CANTO ANONIMO
LIBRES COM EL AIRE (Caravana)
SANGRE, SANGRE (Bulerías)
NO LE TEMBLARON LAS MANOS (Tientos)
MANDO QUE EN SESENTA DIAS (Romance)
FINALES DEL SIGLO QUINCE (Tientos)
Cara 2
MI CONDENA (Galeras)
AY, CANALLA MIGUEL RODRIGUEZ (Tarantas)
QUE DOLOR, QUE DOLOR (Tangos)
A VEINTICINCO MINEROS (Tarantas)
EN EL SIGLO DIECIOCHO (Toná)
SIGUIRIYA CORAL
ME VIENEN SEGUIENDO (Siguiriya)
CANTO ANONIMO
LIBRES COM EL AIRE (Caravana)
MI CONDENA (Galeras)
AY, CANALLA MIGUEL RODRIGUEZ (Tarantas)
QUE DOLOR, QUE DOLOR (Tangos)
A VEINTICINCO MINEROS (Tarantas)
EN EL SIGLO DIECIOCHO (Toná)
SIGUIRIYA CORAL
ME VIENEN SEGUIENDO (Siguiriya)
CANTO ANONIMO
LIBRES COM EL AIRE (Caravana)
Autor literário: Felix Grande
Adaptación musical: Jose Torregrosa
Guitarristas: Enrique Marchena / Pedro Peña
Narrador: Felix Grande
PERSECUCION
Adaptación musical: Jose Torregrosa
Guitarristas: Enrique Marchena / Pedro Peña
Narrador: Felix Grande
PERSECUCION
NOMADAS MILENARIOS
"- En ese país donde el sol sale detrás de una oscura montaña, hay una ciudad grande y admirable, rica en caballos. Hace muchos siglos, todas las naciones de la tierra viajaban hacia esa ciudad, a caballo, a lomos de camello o a pie. Todos hallaban refugio y una acogida. (Entre aquellos viajeros) había algunas de nuestras tribus. El soberano de aquella ciudad las acogía favorablemente, y al observar que sus caballos estaban bien cuidados les propuso establecerse en su Imperio. Nuestros antepasados aceptaron, plantaron sus tiendas en sus fértiles prados. Allí vivieron mucho tiempo contemplando con agradecimiento la tienda azul de los cielos. Pero el destino y los espíritus del mal veían con disgusto la felicidad del pueblo ROM. Entonces, a aquellos lugares dichosos enviaron malvados jinetes JUTSI, que prendieron fuego a las tiendas del pueblo feliz, y tras haber pasado a cuchillo a los hombres se llevaron a la esclavitud a las mujeres y los niños. Sin embargo, muchos escaparon, y desde entonces no se atreven a permanecer mucho tiempo en un mismo lugar."
Esta es una de las leyendas que el especialista ruso Mijaíl Kunavin recogió hacia 1840 cuando estudiaba las tradiciones orales de los zíngaros viajeros por los montes Urales. Quizá sea este el primer dato que conserva la memoria colectiva de los gitanos sobre su persecución y nomadismo. Es cierto que, como indica Fraçois de Vaux de Foletier en su libro MIL AÑOS DE HISTORIA DE LOS GITANOS, "no hay que acoger las leyendas orares sino con suma prudencia", pero no caben demasiadas dudas sobre que esta leyenda zíngara nos remite al geográfico y cultural del pueblo romaní. Ese país "donde el son sale de una oscura montaña" sería la enigmática y antiquísima India. Los actuales estudios lingüísticos y antropométricos prueban la procedencia hindú de los gitanos. La "ciudad grande y admirable", que con tanta belleza e inocencia recuerda la leyenda transcrita, pudo ser Mohenjo-Daro o Harappa, los grandes ejes de lo que Romira Thapar, en su HISTORIA DE LA INDIA, denomina "la espectacular civilización del Valle del Indo".
En efecto, en las llanuras que lamen el norte del río Indo se estructuró en los años 3000 al 2000 antes de la era cristiana una civilización cuyo urbanismo ya conoció las casas de ladrillo y los sistemas de desagüe, una civilización relacionada con la Mesopatamia y el Elam y contemporánea de los sumerios y de la consolidación del antiguo Egipto. Sobre aquella cultura Mohenjo-Daro y de Harappa ha escrito Mircea Eliade: "Su civilización urbana e industrial no tiene punto de comparación con la barbarie de los indoeuropeos". La palabra "barbarie" que aquí utiliza Eliade no alude únicamente a lo rudimentario de la cultura aria de la época sino también a la crueldad con que, en la India, establecieron su dominación. Los "malvados jinetes" que recuerda la citada tradición oral zíngara pudieran a ser una alusión a aquellas invasiones arias que quince siglos antes de Cristo sobresaltaron a los pueblos hindúes. "El gitano – escribe Françesc Botey – pertenece a esta mezcla del pueblo del norte de la India (es decir, los pueblos agrupados en la cultura HARAPPA hace aproximadamente cinco mil años) que se mantuve al margen de la estructura social que impusieron los arios, y son las iniciales victimas de una primera y gran segregación racial, los sin casa, los parias (…). El progresivo endurecimiento del sistema de castas no pudo con su espíritu indomable y los grandes movimientos de los pueblos pusieron a los gitanos en la ruta de Europa.
Cabe pensar que desde el momento de las primeras invasiones arias, hace ya treinta y cinco siglos, los gitanos, condenados entonces a pertenecer a una de las castas parias que la estratificación social de los dominadores impusiera, y arrogantes y desobedientes como durante milenos había de conservarse, iniciaran así su vida nómada, dentro mismo del vasto solo hindú. Ese nomadismo sería, pues, una huida contra el horror social que establecieron los invasores arios y, juntamente, una forma de preservar sus tradiciones, su cultura, su destino: su libertad. (Sobre la desesperada necesidad del gitano por su propia libertad, la literatura proporcionará innumerables documentos. Hablar de ello es ya un lugar común. La frase del autor inglés Samuel Roberts "su invencible amor a la libertad y a la naturaleza, que no es sentido en igual grado por ningún otro pueblo de la faz del Globo" tiene equivalentes en todos los idiomas occidentales). Más tarde, entre los siglos VIII al X de la Era cristiana, las invasiones del imperio musulmán, por entonces en proceso de formación, empujaron los gitanos fuera de la India, lejos de la tuba de sus antepasados. El respeto de este pueblo por sus antepasados proviene, como se ve, del lugar más remoto de su preconciente. De allí también, su horror al hombre blanco. "Y desde entonces – memora la leyenda – no se atreven a permanecer por mucho tiempo en un mismo lugar".
Esto es un circulo vicioso: toda cultura nómada es malquerida por las culturas sedentarias, y de este modo los gitanos errantes estimularían durante siglos la desconfianza, el racismo y la persecución de las culturas campesinas, agricultoras, asentadas. Toda civilización sedentaria, con su apego a la tierra y, por extensión, a la propiedad y a la acumulación de bienes, siente un irreprimible recelo , pronto a transformarse en hostilidad e incluso en odio, ante las culturas viajeras, ante las tribus nómadas. Ese recelo imposibilita cualquier tentativa de integración y esa imposibilitad estimula en el no integrado un talante orgulloso, desobediente, celoso de su propia antropología. Este es el caso del gitano. Apartado desde hace milenios, y en siglos y en tierras sucesivos, de las tumbas de sus antepasados, se verá obligado, por un lado, a defender sus tradiciones para no carecer de identidad y, por otro, a estructurar sin descansos los basamentos que el nómada precisa para vivir: por de pronto, oficios u ocupaciones que no conlleven la inmovilidad. Así, durante mucho tiempo, los clanes gitanos tendrán como ocupaciones fundamentales la forja, la música, la danza (los gitanos constituyen uno de los pueblos mejor dotados para ese atributo misterioso a que llamamos ritmo), la doma de animales – osos, monos, cabras – para exhibirlos en las feriasy fiestas de los territorios por los que cruzaban sin demorarse en ellos demasiado, la confección de objetos como cestos de mimbre y utensilios de bronce, la buenaventura, los sortilegios, las actividades adivinatorias y, en general, las artes mágicas – o su simulación – (aunque es significativo que esta disposición zíngara en la simulación o en el uso de la magia fue atentamente observada por Paracelso.). La literatura antigua sobre los gitanos les asegura un extraordinario conocimiento sobre el poder curativo de ciertas hierbas, así como una permanente y panteísta vinculación con la divinidad. El espíritu religioso del pueblo gitano jamás ha sido puesto en duda, al menos desde la seriedad de las investigaciones desapasionadas y objetivas, aunque se fue constante la negación de esa particularidad ppor parte de los inquisidores de algunas religiones excluyentes; esto es lo que sucederá en Europa del Antiguo Régimen, época en que el furioso cristianismo de algunos legisladores culpará a los gitanos de brujería o de ateismo y dictará por ello bárbaros escarmientos.
Aparte los citados oficios, los gitanos, para sobrevivir – o, más claramente, para sobrevivir en tanto cultura nómada - , habrían de usar de dos actividades aborrecidas por las comunidades sedentarias: la mentira y el hurto. Si se piensa que el origen del nomadeo de los gitanos (esto es, de aquellos antiquísimos hindúes) fue el hurto de sus tierras, de sus mujeres incluso el hurto violento de sus vidas – también llamado asesinato – y que, durante su largo recorrida nómada, las clases dominantes, a través de leyes racistas, tendían a robarles nada menos que su identidad. (Durante siglos serían perseguidos por usar sus vestidos, su lengua – llamada casi invariablemente jerga o jerigonza, pero que es un idioma que procede do sánscrito -, sus costumbres familiares, sus oficios), entonces, el hurto de unas sábanas, unas gallinas, unas monedas, un borrico, no justifican, ciertamente, los tremendos castigos que fueron decretados contra estos ladrones veniales. Así debió pensar, mediado el siglo XVIII, el poeta Torres Villarroel cuando en un soneto memorable indicaba que los ladrones más dañinos no estaban precisamente en los caminos y en los campos: "Reconocer los montes es quimera; / que no son ermitaños los ladrones / ni en los jarales buscan su carrera. / Haga aquí justicia inquisiciones / y verás que la corte es madriguera / donde están anidados a montones". Soneto que parece abrigar una beneficiosa distinción entre el hurto motivado en el hambre y el organigrama de monopolio. Pero los dictadores de leyes no eran Torres Villarroel: eran los cuidadote del culto de la propiedad y los hostiles cancerberos de las comunidades sedentarias. La presencia del gitano, la desobediencia de su cultura errante, no tenían otra alternativa que la de provocar sanguinarias admoniciones. Ante de situarlos en la España de los siglos XV al XVIII – etapa dentro de la cual desarrollamos el contenido del presente LP – proporcionemos unos datos sobre su vida vejada y azarosa en algunos países Europeos. Hemos llamado PERSECUCION a este LP y conviene mostrar que este nombre no es gratuito, y ni siquiera tendencioso.
NOMADAS EN EUROPA
Comencemos por Alemania. Este país que más tarde habría de enterrar a la tierra (anotemos aquí un dato no muy conocido al menos poco publicitado: durante el exterminio racial y político llevado a cabo por los nazis, los gitanos asesinados a tiros o en los hornos de gas suman medio millón). Alemania, repito, ya en el siglo XV atribuía supersticiones a los "bohemios" las plagas y las epidemias, liberando así a las ratas europeas de una enojosa responsabilidad. La buenaventura que practican las gitanas era perseguida bajo el altisonante nombre de brujería. En 1498 la Dieta de Spira ordena la expulsión de los gitanos en los territorios de Renania y del Palatinado y les llama "traidores a los países cristianos". Poco después se les declara fuera de la ley, que era el procedimiento más expeditivo para poder destruirlos legalmente. En el siglo XVI las autoridades autorizan a todos los alemanes a disparar contra los gitanos "aunque estuvieran provistos de un pasaporte"; la represión transformaba así en una ley demócrata: ahora ya no gozarían de la excitante caza del gitano únicamente las autoridades. El príncipe Elector de Manguncia se felicitaba por haber mandado matar a todos los gitanos varones de la región y por haber flagelado y marcado con hierro al rojo a las gitanas y sus hijos. En 1728 una ordenanza dispone que: "para terminar con esta ralea, que si se sorprende a estos gitanos en el territorio de Aix-la-Chapelle, se nos informe de ello inmediatamente con el fin de mandar contra ellos la milicia necesaria, y la persecución se llevará a cabo con celo, al son de las campanas (sic). Lo mismo si los gitanos resisten como si no, serán ejecutados inmediatamente. A aquellos a quien se sorprendiera y no pasaran a la contraofensiva se les concederá como máximo media hora para arrodillarse e implorar, sí así lo desean, del Todopoderoso, el perdón de sus pecados y prepararse para la muerte" - con lo que media hora de oración pasaba a ser una prolongación de la agonía - . Jean Paul Clébert nos informa de que en algunos cruces de camino alemanes en donde aún hoy es posible saborear el letrero "Prohibido a los nómadas", antaño se colocaban horcas con el aviso "Castigo a la chusma de los fulleros y de los gitanos", y que las autoridades, al caer en la cuenta de que los gitanos no sabían leer, añadieron "dibujos en colores que representaban los suplicios de la flagelación y de la horca".François de Vaux confirma la existencia de aquellos procedimientos disuasorios anotando que en 1702 "un panel alemán representaba en primer plano a un zíngaro azotado y en segundo término a un zíngaro ahorcado".
"La horca - prosigue de Vaux refiriéndose a los gitanos - era un castigo frecuente en Alemania, Bohemia y Moravia, en Gran Bretaña, en los países bajos, en Luxemburgo y en algunos Estados italianos. Y de hecho, en estes países muchos zíngaros fueron ahorcados sin saber sido acusadosde ningún crimen. En 1725, en la ciudad de Zaltbommel, Países Bajos, en un solo día, diez zíngaros fueron medio estrangulados, puestos en la rueda, y por último decapitados, y las cabezas cortadas quedaron fijadas en estacas "para intimidación y ejemplo". A veces, en los Países Bajos, los hijos eran obligados a presenciar el suplicio de sus padres, tras lo cual se les infligía una lección de moral." Podemos preguntar qué moral podían asimilar aquellos gitanitos ante la carne destrozada de sus padres, qué prédica quedaría como una semilla en su memoriay qué flor negra saldría más tarde de tan brutal semilla. Nos extraña que alguns gitanos hasta hoy estén aferrados a sus leyes y desobedezcan de modo radical las de las clases dominantes; deberíamos ser menos hipócritas y reflexionar sobre el escalafrío que muchas leyes payashan sido producidos durante siglos al pueblo gitano. Una ley danesa de 1585 y el código de Cristian V en 1683 ordenaban ejecutar el jefe de cualquier grupo zíngaro en el mismo instante de su captura y desterrar inmeditamente el resto de la tribu. Austria declaró a los gitanos fuera de la ley en 1701. Con higiene más prematura, Suiza había dictado su expúlsión en 1514. También los ingleses participaron en este horrendo concurso de limpieza: Enrique VIII en 1530 y la reina María en 1554 les obligarán a renunciar a sus formas de vida y "servir a ciudadanos honrados" o escapar como ratas. En 1562 la reina Isabel da un paso verdadeiramente siniestro en la escalada de la persecución antigitana: al ordenar que el GYPSY forajido no podrá refugiarse ni siquiera en los santuarios inaugura una de las leyes más abominables que pudieran ser perpetradas en tiempos de la Cristiandad. (Como veremos, el rey Felipe V rendirá, casi un siglo más tarde, un homenaje a Isabel de Inglaterra poniendo en vigor en España aquella frenética ley)
Un dato particularmente odioso dentro del contexto del racismo europeo contra los gitanos es el que alude a su pretendido canibalismo. Esa infame acusación fue notablemente activa en Hungría. En este país y a finales del XVIII un gran número de gitanos "fueron acusados de haber asesinados a unos viajeros - cito a De Vaux - y de haber comido los cadáveres; tras apresurados juicios, fueron ejecutados. Varios hombres fueron ahorcados. Otros perecieron en la rueda. Los considerados como más feroces fueron descuartizados vivos. Algunas mujeres fueron decapitadas". La prensa aseguró que los gitanos confesaron haber asesinado, cocido, ahumado y devoradoa ochenta y cuatro personas y de que "la rabia infernal de estos canibales de Europa" (así decí, épicamente, el Hamburger Neue Zeitung) sentía especial predileción por las carnes de jóvenes de 16 a 18 años. "Tienen la costumbre de quemar los huesos de sus victimas, que forman, según dicen, un carbón excelente", revelaba el periódico con un apacible sadismo. Pues bien, los viajeros que, mediante su propia carne - ahumada - habían aplacado "la rabia infernal de estos canibales de Europa" y que habían motivado aquella "información" estúpida y aquella masacre de gitanos, fueron hallados pocos días despúes: vivos; completamente vivos y entretenidos en sus asuntos cotidianos. Pero, como en otro lugar he escrito, la opinión pública, no mucho más piadosa ni más inteligente que sus autoridades, prefirió registrar como hecho posible aquel horrendo embuste y fue consolidando, siempre sin una sola prueba y haciendo gala de una supertición y una maldad notables, la fama antropológica de la raza gitana. Todavia hoy es posible encontrar desviados que sostienen la veracidad de estos caprichos gastronómicos en la dietética gitana.
Más moderadamente, en Francia será comun acusarlos de brujos. Apenas aparecidos en París, la primera medida del obispo (1427) fue la de dispararles la excomunión y pedir su expulsión. Una acusación habitual en la época era la de ser extranjeros, contra la cual, obviamente, nada podían argumentar los zíngaros. En 1539 el Parlamento de París decreta su expulsión y en1560, desde Orleáns, se ordena "a todos los impostores conocidos con el nombre de Bohemios a abandonar el reino bajo pena de galeras". Como por esta época el número de galeotes sobrepasaba las necesidades de las escasas galeras disponibles, a muchos gitanos se les castigaría de modo más expeditivo: la picota, el látigo, el desorejamiento. A las gitanas se les rapaba la cabeza. Si reincidían, se les castigaba con azotes y con la expulsión. A los niños se les separaba de sus padres para encerrarlos en hospicios. Comoquiera que las sucesivas ordenes de expulsión no produjeron la limpieza prevista, en 1682el rei Luis XIVdicta una ley contra los franceses que acogiesen a los gitanos en sus posesiones: "Prohibimos a todos nuestros Gentilhombres que den asilo en sus castillos y casas a los susodichos Bohemios y a sus mujeres: en caso de infracción, queremos que los mencionados Gentilhombres sean desposeídos de su justicia, y que sus feudos sean anexionados a nuestro dominio". Curiosa operación bursátil: si un gentlhombre acogía a un robados de sábanas o de gallinas, Luis XIV se reservaba el derecho de robar todas las propiedades del ingenuo benefactor. Las alternativas más comunes del gitano en la Francia del Antiguo Régimen no eran, pues, sino el castigo corporal (tan humillante como el rapado del pelo o tan sanguinario como la flagelación y el desorejamiento), las galeras (la mayor parte de las veces los condenados a galeras lo eran sin previo delito, salvo el de ser "Bohemios y vagabundos") o la expulsión del reino. Como por esa época la expulsión de los gitanos era proposito comun de casi todos los gobiernos de Europa, podemos preguntarnos a dónde habrían de ir los gitanos. A Marte? Al purgatorio? A Sirio? A la casa de Blancadenieves y los siete enanitos? Parece claro que no les quedaba más destino que los caminos, los montes, las cuevas y el destierro interior. Es decir: el palacio de su desobediencia, su desconfianza, su orgullo. La estricta trabazón familiar de los gitanos, su prieta agrupación por clanes, no son sólo, como se ve, un dato de su antropología sino también el resultado de su continuada y amenazada soledad en la historia. Por otra parte, cuando los gobernantes europeos disminuían su propósito de expulsión era para sustituirlo por la roñosa benevolencia de las galeras o de la esclavitud.
En este sentido, el país que con más astucia dudó de la conveniencia de expulsarlos fue Rumania: los prefirió esclavos antes que forajidos y los mantuvo esclavos hasta mediados del siglo XIX. Distribuyó esa esclavitud en tres clases más o menos equitativas: los esclavos del Estado, los del Clero y los de los Señores. En toda circustancia se tenía sobre estos esclavos el derecho de vida y muerte. Existe un acta "Por la cual Alexandr loan Mavrocordato regala cuatro familias de zíngaros a un boyardo empobrecido y muy apurado para dar una dote a su hija". El documento que registra esa feloníano menciona el aputo de las cuatro familias de bohemios. En Rumania, en fin, eran vendidos por unidade o por familias en los mercados públicos. El Estado los obligaba a trabajar en los lavaderos de oro, desnudos en el agua helada, y los que morían en tan rentable proceso de producción eran estimulados con azotes por los capataces y, en ocasiones, castigados con garfios de hierro agarrados al cuello para no dejarles dormir. El lector que suponga sadismo o tendenciosidad en este apresurado informe hará bien consultando un poco de bibliogafía sobre el tema, para corroborar mi objetividad y, al mismo tiempo, la bestialidad de muchos privilegiados de la historia de Europa. Y ahora conviene asomarnos a nuestra casa.
Comencemos por Alemania. Este país que más tarde habría de enterrar a la tierra (anotemos aquí un dato no muy conocido al menos poco publicitado: durante el exterminio racial y político llevado a cabo por los nazis, los gitanos asesinados a tiros o en los hornos de gas suman medio millón). Alemania, repito, ya en el siglo XV atribuía supersticiones a los "bohemios" las plagas y las epidemias, liberando así a las ratas europeas de una enojosa responsabilidad. La buenaventura que practican las gitanas era perseguida bajo el altisonante nombre de brujería. En 1498 la Dieta de Spira ordena la expulsión de los gitanos en los territorios de Renania y del Palatinado y les llama "traidores a los países cristianos". Poco después se les declara fuera de la ley, que era el procedimiento más expeditivo para poder destruirlos legalmente. En el siglo XVI las autoridades autorizan a todos los alemanes a disparar contra los gitanos "aunque estuvieran provistos de un pasaporte"; la represión transformaba así en una ley demócrata: ahora ya no gozarían de la excitante caza del gitano únicamente las autoridades. El príncipe Elector de Manguncia se felicitaba por haber mandado matar a todos los gitanos varones de la región y por haber flagelado y marcado con hierro al rojo a las gitanas y sus hijos. En 1728 una ordenanza dispone que: "para terminar con esta ralea, que si se sorprende a estos gitanos en el territorio de Aix-la-Chapelle, se nos informe de ello inmediatamente con el fin de mandar contra ellos la milicia necesaria, y la persecución se llevará a cabo con celo, al son de las campanas (sic). Lo mismo si los gitanos resisten como si no, serán ejecutados inmediatamente. A aquellos a quien se sorprendiera y no pasaran a la contraofensiva se les concederá como máximo media hora para arrodillarse e implorar, sí así lo desean, del Todopoderoso, el perdón de sus pecados y prepararse para la muerte" - con lo que media hora de oración pasaba a ser una prolongación de la agonía - . Jean Paul Clébert nos informa de que en algunos cruces de camino alemanes en donde aún hoy es posible saborear el letrero "Prohibido a los nómadas", antaño se colocaban horcas con el aviso "Castigo a la chusma de los fulleros y de los gitanos", y que las autoridades, al caer en la cuenta de que los gitanos no sabían leer, añadieron "dibujos en colores que representaban los suplicios de la flagelación y de la horca".François de Vaux confirma la existencia de aquellos procedimientos disuasorios anotando que en 1702 "un panel alemán representaba en primer plano a un zíngaro azotado y en segundo término a un zíngaro ahorcado".
"La horca - prosigue de Vaux refiriéndose a los gitanos - era un castigo frecuente en Alemania, Bohemia y Moravia, en Gran Bretaña, en los países bajos, en Luxemburgo y en algunos Estados italianos. Y de hecho, en estes países muchos zíngaros fueron ahorcados sin saber sido acusadosde ningún crimen. En 1725, en la ciudad de Zaltbommel, Países Bajos, en un solo día, diez zíngaros fueron medio estrangulados, puestos en la rueda, y por último decapitados, y las cabezas cortadas quedaron fijadas en estacas "para intimidación y ejemplo". A veces, en los Países Bajos, los hijos eran obligados a presenciar el suplicio de sus padres, tras lo cual se les infligía una lección de moral." Podemos preguntar qué moral podían asimilar aquellos gitanitos ante la carne destrozada de sus padres, qué prédica quedaría como una semilla en su memoriay qué flor negra saldría más tarde de tan brutal semilla. Nos extraña que alguns gitanos hasta hoy estén aferrados a sus leyes y desobedezcan de modo radical las de las clases dominantes; deberíamos ser menos hipócritas y reflexionar sobre el escalafrío que muchas leyes payashan sido producidos durante siglos al pueblo gitano. Una ley danesa de 1585 y el código de Cristian V en 1683 ordenaban ejecutar el jefe de cualquier grupo zíngaro en el mismo instante de su captura y desterrar inmeditamente el resto de la tribu. Austria declaró a los gitanos fuera de la ley en 1701. Con higiene más prematura, Suiza había dictado su expúlsión en 1514. También los ingleses participaron en este horrendo concurso de limpieza: Enrique VIII en 1530 y la reina María en 1554 les obligarán a renunciar a sus formas de vida y "servir a ciudadanos honrados" o escapar como ratas. En 1562 la reina Isabel da un paso verdadeiramente siniestro en la escalada de la persecución antigitana: al ordenar que el GYPSY forajido no podrá refugiarse ni siquiera en los santuarios inaugura una de las leyes más abominables que pudieran ser perpetradas en tiempos de la Cristiandad. (Como veremos, el rey Felipe V rendirá, casi un siglo más tarde, un homenaje a Isabel de Inglaterra poniendo en vigor en España aquella frenética ley)
Un dato particularmente odioso dentro del contexto del racismo europeo contra los gitanos es el que alude a su pretendido canibalismo. Esa infame acusación fue notablemente activa en Hungría. En este país y a finales del XVIII un gran número de gitanos "fueron acusados de haber asesinados a unos viajeros - cito a De Vaux - y de haber comido los cadáveres; tras apresurados juicios, fueron ejecutados. Varios hombres fueron ahorcados. Otros perecieron en la rueda. Los considerados como más feroces fueron descuartizados vivos. Algunas mujeres fueron decapitadas". La prensa aseguró que los gitanos confesaron haber asesinado, cocido, ahumado y devoradoa ochenta y cuatro personas y de que "la rabia infernal de estos canibales de Europa" (así decí, épicamente, el Hamburger Neue Zeitung) sentía especial predileción por las carnes de jóvenes de 16 a 18 años. "Tienen la costumbre de quemar los huesos de sus victimas, que forman, según dicen, un carbón excelente", revelaba el periódico con un apacible sadismo. Pues bien, los viajeros que, mediante su propia carne - ahumada - habían aplacado "la rabia infernal de estos canibales de Europa" y que habían motivado aquella "información" estúpida y aquella masacre de gitanos, fueron hallados pocos días despúes: vivos; completamente vivos y entretenidos en sus asuntos cotidianos. Pero, como en otro lugar he escrito, la opinión pública, no mucho más piadosa ni más inteligente que sus autoridades, prefirió registrar como hecho posible aquel horrendo embuste y fue consolidando, siempre sin una sola prueba y haciendo gala de una supertición y una maldad notables, la fama antropológica de la raza gitana. Todavia hoy es posible encontrar desviados que sostienen la veracidad de estos caprichos gastronómicos en la dietética gitana.
Más moderadamente, en Francia será comun acusarlos de brujos. Apenas aparecidos en París, la primera medida del obispo (1427) fue la de dispararles la excomunión y pedir su expulsión. Una acusación habitual en la época era la de ser extranjeros, contra la cual, obviamente, nada podían argumentar los zíngaros. En 1539 el Parlamento de París decreta su expulsión y en1560, desde Orleáns, se ordena "a todos los impostores conocidos con el nombre de Bohemios a abandonar el reino bajo pena de galeras". Como por esta época el número de galeotes sobrepasaba las necesidades de las escasas galeras disponibles, a muchos gitanos se les castigaría de modo más expeditivo: la picota, el látigo, el desorejamiento. A las gitanas se les rapaba la cabeza. Si reincidían, se les castigaba con azotes y con la expulsión. A los niños se les separaba de sus padres para encerrarlos en hospicios. Comoquiera que las sucesivas ordenes de expulsión no produjeron la limpieza prevista, en 1682el rei Luis XIVdicta una ley contra los franceses que acogiesen a los gitanos en sus posesiones: "Prohibimos a todos nuestros Gentilhombres que den asilo en sus castillos y casas a los susodichos Bohemios y a sus mujeres: en caso de infracción, queremos que los mencionados Gentilhombres sean desposeídos de su justicia, y que sus feudos sean anexionados a nuestro dominio". Curiosa operación bursátil: si un gentlhombre acogía a un robados de sábanas o de gallinas, Luis XIV se reservaba el derecho de robar todas las propiedades del ingenuo benefactor. Las alternativas más comunes del gitano en la Francia del Antiguo Régimen no eran, pues, sino el castigo corporal (tan humillante como el rapado del pelo o tan sanguinario como la flagelación y el desorejamiento), las galeras (la mayor parte de las veces los condenados a galeras lo eran sin previo delito, salvo el de ser "Bohemios y vagabundos") o la expulsión del reino. Como por esa época la expulsión de los gitanos era proposito comun de casi todos los gobiernos de Europa, podemos preguntarnos a dónde habrían de ir los gitanos. A Marte? Al purgatorio? A Sirio? A la casa de Blancadenieves y los siete enanitos? Parece claro que no les quedaba más destino que los caminos, los montes, las cuevas y el destierro interior. Es decir: el palacio de su desobediencia, su desconfianza, su orgullo. La estricta trabazón familiar de los gitanos, su prieta agrupación por clanes, no son sólo, como se ve, un dato de su antropología sino también el resultado de su continuada y amenazada soledad en la historia. Por otra parte, cuando los gobernantes europeos disminuían su propósito de expulsión era para sustituirlo por la roñosa benevolencia de las galeras o de la esclavitud.
En este sentido, el país que con más astucia dudó de la conveniencia de expulsarlos fue Rumania: los prefirió esclavos antes que forajidos y los mantuvo esclavos hasta mediados del siglo XIX. Distribuyó esa esclavitud en tres clases más o menos equitativas: los esclavos del Estado, los del Clero y los de los Señores. En toda circustancia se tenía sobre estos esclavos el derecho de vida y muerte. Existe un acta "Por la cual Alexandr loan Mavrocordato regala cuatro familias de zíngaros a un boyardo empobrecido y muy apurado para dar una dote a su hija". El documento que registra esa feloníano menciona el aputo de las cuatro familias de bohemios. En Rumania, en fin, eran vendidos por unidade o por familias en los mercados públicos. El Estado los obligaba a trabajar en los lavaderos de oro, desnudos en el agua helada, y los que morían en tan rentable proceso de producción eran estimulados con azotes por los capataces y, en ocasiones, castigados con garfios de hierro agarrados al cuello para no dejarles dormir. El lector que suponga sadismo o tendenciosidad en este apresurado informe hará bien consultando un poco de bibliogafía sobre el tema, para corroborar mi objetividad y, al mismo tiempo, la bestialidad de muchos privilegiados de la historia de Europa. Y ahora conviene asomarnos a nuestra casa.
NOMADAS EN ESPAÑA
La primera tribu de gitanos llegados a la península Ibérica de que se tiene prueba escrita aparece en Zaragoza y en 1425. El rey Alfonso V de Aragón, llamado el Magnánimo con esta fecha extiende un salvoconducto a favor de Johannis de Egipto Menor y de su tribu, con el que le autoriza, por tres meses, a viajar por su reino y a recabar ayuda de las autoridades. A parti de esas fechas y por algunas décadas los gitanos son por general bien tratados: eran tiempos en que los "egipcianos" (así se les llamó, equivocadamente durante varios siglos en España) simulaban ser peregrinos hacia el sepucro de Santiago. Disponían, a este respecto, de recomendaciones firmadas por el Papa de Roma, y nos es seguro que tales recomendaciones fuesen siempre falsificadas. En todo caso, el especial respeto de las autoridades de la época por los peregrinos que aseguravan dirigirse a los lugares santos habría de motivar (y no sólo en España) una época de afectos para con los gitanos. Desde 1425 hasta fines del mismo siglo XV los gitanos nómadas en España encontrarían benevolencia, ayuda, comida, ropas, regalos, por partes de abundantes Señores. Inevitablemente y, de otro, a la desconfianza popular contra aquellas tribus que, entre sus muchas habilidades, no omitían las del hurto y el engaño, aquella época plácida habría de desembocar en otra de persecución y de castigo. Los gitanos serían cada vez más hostiles y desobedientes y la justicia más soberbia y frenética.
En 1492, con la rendición de los árabes de Granada y con el descubrimiento de América, se inicia el Imperio español. Ello supone, por una parte, la progresiva dominación de las tierra americanas, con la explotación de sus riquezas y la conversión al cristianismo de los habitantes del Nuevo Continente, y, por otra, la iniciación de un catolicismo autoritario que se refleja, por de pronto, en la persecución, expropiación y expulsión de los judios, en la obligatoriaconversiónde los árabes, en la posterior expulsión de los moriscos y en el poderío de la inquisición. La unidad nacional ambicionada por los reyes de Castilla y Aragón incluye la severa unidad religiosa y un mayor control de los súbditos y habitantes de toda la Península. Fanáticamente, el Cardenal Cisneros manda quemar las bibliotecas árabes de Granada. El catolicismo de la época comienza a ser, en lineas generales, no ya una religión obligatoria para todos los españoles o transeúntes por España (caso de los gitanos námadas), sino un furibundo estado de conciencia nacional que llevará a las autoridadas a decisiones estremecedoras. Los Reyes Católicos no soñaban unicamente con la construcción de la unidad española y de un Imperio geográfico y económico, sino, y quizá sobre todo, con un extenso Imperio espiritual. Dentro de este contexto es, creo, como debe interpretarse la inmisericorde pragmática sobre los gitanos que firmarán en Medina del Campo en 1499 y que inaugura una larga serie de disposiciones antigitanas. Desde esa fecha hasta 1783 estas disposicione alcanza el número de ciento cuatro, entre intervenciones en Cortes, decretos del Consejo de Castilla, pragmáticas reales, leyes portuguesas y edictos hechos públicos en Aragón, Cataluña, Valencia y Granada. "Quizá - ha escrito el gitanólogo inglés George Borrow - no hay un país en que se hayan hecho más leyes con la mira de extinguir y suprimir el nombre, la raza y modo de vivir de los gitanos que viven en España".
Es cierto, Isabel y Fernando amenazavan el vagabundeo gitano con la expulsión, el desorejamiento o la esclavitud a perpetuidad. Su hijo Carlos I firma en 1539 la confirmación de la pragmática de Medina del Campo, agregando a ella que si algun gitano, pasados sesenta días de la fecha del edicto, era encontrado errante, sería enviado a galeras. Es la primera vez que este castigo amenaza en España a los gitanos. En 1594, y reinando Felipe II, las Cortes de Castilla propusieran separar a los gitanos de las gitanas "a fim de obtener la extinción de la raza". En 1619 las Cortes de Madrid les ordenan abandonar el reino y no regresar nunca "so pena de muerte". El mismo año, Felipe III establecen que los gitanos que deséen quedarse deberán asentarse en ciudades de más de mil familias, pero que no se les consentirá el uso de sus vestidos, sus nombres y su lenguaje propios; en esta misma disposición el monarca les prohibe dedicarse a la compra y venta de ganado, bajo pena de muerte. También en 1619, el toledano y antipático catedrático de Filosofia y de Sagrada Escritura, así como rector o beneficiario de varias iglesias, y llamado Sancho de Moncada, acusa a los gitanos de espías, políglotas, amancebados, traidores a la Corona, "encantadores" y advinos; acusa a las gitanas de rameras; y por todo ello pide al rey su exterminio o, por lo menos, su total expulsión, un hecho "de que ha de resultar general alegría y seguridad, y alcanzará por ella V. Majestad inmortal honra. Amén". Quince años más tarde el alcalde Juan de Quiñones envia al rey Felipe IV su DISCURSO CONTRA LOS GITANOS, en el que les acusa de no estar bautizados ("uno de los cinco que estos días pasado fice ahorcar, se bautizó en la cárcel"), en donde les acusa repetidas veces de canibalismo y en donde, en fin, pide al rey dureza ejemplar para esa "vil canalla". Felipe V por su cuenta, ya había hecho pública una ley por la cual "los gitanos no pueden pasar o estar en el Reyno, so pena de 200 azotes y 5 años de galeras; y las gitanas, pena de 100 azotes y destierro perpetuo". Más tarde, el mismo monarca reiterala orden de esclavitud para los gitanos nómadas; ordena que abandonen sus vestidos y su lenguaje, bajo severísimas penas; les prohibe que se junten entre sí ni en público ni en secreto; manda a sus justicias que los vigilen para evitar sus casamentos; e indica que los gitanos "que por algunas causas justas no merecieran pena de muerte ni galeras, queden por esclavos".
Carlos II, además de ratificar las leyes antigitanas anteriores a su reinado, les prohibe el ejercicio de cualquer profesión que no fuese la de la agricultura, e impone fuerte multas a los payos que ayudasen de algun modo a los egipcinianos: como en otros países, el cerco se estrecha. Lo estrecherá más aún Felipe V: en 1726 prohibe a los egipcinianos formular queja alguna contra los justicias y prohíbe que sean oídos en los tribunales; para garantizar el cumplimiento de esta disposición destierra a todos los gitanos de las ciudades en que hubiese Audiencia Real. Ya no quedaba a los gitanos forajidos ( y cuántos, en ese tejido de leyes, podían permitirse el lujo de no ser forajidos?) más que el ocasional amparo de los templos; pues bien: en 1745, y en San Lorenzo de El Escorial, Felipe V adopta la aberrante decisión que ya había adoptado Isabel de Inglaterra: aparte de ordenar la caza del gitano a hierro y fuego, autoriza a sus persiguidores a entraren en las iglesias, para arrancarlos y atraparlos incluso de las gradas del altar. Esta ley fue particularmente salvaje: en aquella época cualquier delincuente, incluso una parricida, encontraba un momentáneo asilo en las iglesias a cuyas puertas quedaba interrumpida toda persecución. Felipe V estimó que los cristianos parricidas merecían mejor trato que los gitanos nómadas. Ningún monarca pudo llegar más lejos en la crueldad contra el pueblo gitano. Por supuesto, las leyes sobre esta cuestión no concluyeron en 1745; por el contrario, más o menos enmascarados, los atentados a la identidad gitana se alargarían como culebras hasta mucho más tarde. Pero nosotros concluiremos aquí este somero informe del infortunio de los gitanos españoles, ya que es precisamente con el recuerdo de esa ley de Felipe V como cerramos el contenido del presente LP.
La primera tribu de gitanos llegados a la península Ibérica de que se tiene prueba escrita aparece en Zaragoza y en 1425. El rey Alfonso V de Aragón, llamado el Magnánimo con esta fecha extiende un salvoconducto a favor de Johannis de Egipto Menor y de su tribu, con el que le autoriza, por tres meses, a viajar por su reino y a recabar ayuda de las autoridades. A parti de esas fechas y por algunas décadas los gitanos son por general bien tratados: eran tiempos en que los "egipcianos" (así se les llamó, equivocadamente durante varios siglos en España) simulaban ser peregrinos hacia el sepucro de Santiago. Disponían, a este respecto, de recomendaciones firmadas por el Papa de Roma, y nos es seguro que tales recomendaciones fuesen siempre falsificadas. En todo caso, el especial respeto de las autoridades de la época por los peregrinos que aseguravan dirigirse a los lugares santos habría de motivar (y no sólo en España) una época de afectos para con los gitanos. Desde 1425 hasta fines del mismo siglo XV los gitanos nómadas en España encontrarían benevolencia, ayuda, comida, ropas, regalos, por partes de abundantes Señores. Inevitablemente y, de otro, a la desconfianza popular contra aquellas tribus que, entre sus muchas habilidades, no omitían las del hurto y el engaño, aquella época plácida habría de desembocar en otra de persecución y de castigo. Los gitanos serían cada vez más hostiles y desobedientes y la justicia más soberbia y frenética.
En 1492, con la rendición de los árabes de Granada y con el descubrimiento de América, se inicia el Imperio español. Ello supone, por una parte, la progresiva dominación de las tierra americanas, con la explotación de sus riquezas y la conversión al cristianismo de los habitantes del Nuevo Continente, y, por otra, la iniciación de un catolicismo autoritario que se refleja, por de pronto, en la persecución, expropiación y expulsión de los judios, en la obligatoriaconversiónde los árabes, en la posterior expulsión de los moriscos y en el poderío de la inquisición. La unidad nacional ambicionada por los reyes de Castilla y Aragón incluye la severa unidad religiosa y un mayor control de los súbditos y habitantes de toda la Península. Fanáticamente, el Cardenal Cisneros manda quemar las bibliotecas árabes de Granada. El catolicismo de la época comienza a ser, en lineas generales, no ya una religión obligatoria para todos los españoles o transeúntes por España (caso de los gitanos námadas), sino un furibundo estado de conciencia nacional que llevará a las autoridadas a decisiones estremecedoras. Los Reyes Católicos no soñaban unicamente con la construcción de la unidad española y de un Imperio geográfico y económico, sino, y quizá sobre todo, con un extenso Imperio espiritual. Dentro de este contexto es, creo, como debe interpretarse la inmisericorde pragmática sobre los gitanos que firmarán en Medina del Campo en 1499 y que inaugura una larga serie de disposiciones antigitanas. Desde esa fecha hasta 1783 estas disposicione alcanza el número de ciento cuatro, entre intervenciones en Cortes, decretos del Consejo de Castilla, pragmáticas reales, leyes portuguesas y edictos hechos públicos en Aragón, Cataluña, Valencia y Granada. "Quizá - ha escrito el gitanólogo inglés George Borrow - no hay un país en que se hayan hecho más leyes con la mira de extinguir y suprimir el nombre, la raza y modo de vivir de los gitanos que viven en España".
Es cierto, Isabel y Fernando amenazavan el vagabundeo gitano con la expulsión, el desorejamiento o la esclavitud a perpetuidad. Su hijo Carlos I firma en 1539 la confirmación de la pragmática de Medina del Campo, agregando a ella que si algun gitano, pasados sesenta días de la fecha del edicto, era encontrado errante, sería enviado a galeras. Es la primera vez que este castigo amenaza en España a los gitanos. En 1594, y reinando Felipe II, las Cortes de Castilla propusieran separar a los gitanos de las gitanas "a fim de obtener la extinción de la raza". En 1619 las Cortes de Madrid les ordenan abandonar el reino y no regresar nunca "so pena de muerte". El mismo año, Felipe III establecen que los gitanos que deséen quedarse deberán asentarse en ciudades de más de mil familias, pero que no se les consentirá el uso de sus vestidos, sus nombres y su lenguaje propios; en esta misma disposición el monarca les prohibe dedicarse a la compra y venta de ganado, bajo pena de muerte. También en 1619, el toledano y antipático catedrático de Filosofia y de Sagrada Escritura, así como rector o beneficiario de varias iglesias, y llamado Sancho de Moncada, acusa a los gitanos de espías, políglotas, amancebados, traidores a la Corona, "encantadores" y advinos; acusa a las gitanas de rameras; y por todo ello pide al rey su exterminio o, por lo menos, su total expulsión, un hecho "de que ha de resultar general alegría y seguridad, y alcanzará por ella V. Majestad inmortal honra. Amén". Quince años más tarde el alcalde Juan de Quiñones envia al rey Felipe IV su DISCURSO CONTRA LOS GITANOS, en el que les acusa de no estar bautizados ("uno de los cinco que estos días pasado fice ahorcar, se bautizó en la cárcel"), en donde les acusa repetidas veces de canibalismo y en donde, en fin, pide al rey dureza ejemplar para esa "vil canalla". Felipe V por su cuenta, ya había hecho pública una ley por la cual "los gitanos no pueden pasar o estar en el Reyno, so pena de 200 azotes y 5 años de galeras; y las gitanas, pena de 100 azotes y destierro perpetuo". Más tarde, el mismo monarca reiterala orden de esclavitud para los gitanos nómadas; ordena que abandonen sus vestidos y su lenguaje, bajo severísimas penas; les prohibe que se junten entre sí ni en público ni en secreto; manda a sus justicias que los vigilen para evitar sus casamentos; e indica que los gitanos "que por algunas causas justas no merecieran pena de muerte ni galeras, queden por esclavos".
Carlos II, además de ratificar las leyes antigitanas anteriores a su reinado, les prohibe el ejercicio de cualquer profesión que no fuese la de la agricultura, e impone fuerte multas a los payos que ayudasen de algun modo a los egipcinianos: como en otros países, el cerco se estrecha. Lo estrecherá más aún Felipe V: en 1726 prohibe a los egipcinianos formular queja alguna contra los justicias y prohíbe que sean oídos en los tribunales; para garantizar el cumplimiento de esta disposición destierra a todos los gitanos de las ciudades en que hubiese Audiencia Real. Ya no quedaba a los gitanos forajidos ( y cuántos, en ese tejido de leyes, podían permitirse el lujo de no ser forajidos?) más que el ocasional amparo de los templos; pues bien: en 1745, y en San Lorenzo de El Escorial, Felipe V adopta la aberrante decisión que ya había adoptado Isabel de Inglaterra: aparte de ordenar la caza del gitano a hierro y fuego, autoriza a sus persiguidores a entraren en las iglesias, para arrancarlos y atraparlos incluso de las gradas del altar. Esta ley fue particularmente salvaje: en aquella época cualquier delincuente, incluso una parricida, encontraba un momentáneo asilo en las iglesias a cuyas puertas quedaba interrumpida toda persecución. Felipe V estimó que los cristianos parricidas merecían mejor trato que los gitanos nómadas. Ningún monarca pudo llegar más lejos en la crueldad contra el pueblo gitano. Por supuesto, las leyes sobre esta cuestión no concluyeron en 1745; por el contrario, más o menos enmascarados, los atentados a la identidad gitana se alargarían como culebras hasta mucho más tarde. Pero nosotros concluiremos aquí este somero informe del infortunio de los gitanos españoles, ya que es precisamente con el recuerdo de esa ley de Felipe V como cerramos el contenido del presente LP.
DOCUMENTOS
Mi interés por este pueblo que desde hace siglos paga un precio tan alto por la defensa de su libertad, la conservación de sus tradiciones, la radicalización de su desobediencia y la preservación de su orgullo, viene de muy antiguo. Entre otras causas, por la vinculación de ese pueblo tan desdichado e indomable con una arte que amo de modo muy profundo: los cantes, los bailes flamencos. Que su participación en el proceso de creación y desarrollo del flamenco sea mayor o menor, es un hecho lateral a estas notas - aunque, en mi opinión, tal participación es inegable, y decisiva - . Por ello, cuando a principios de 1975 publiqué un texto con el tema de los gitanos perseguidos, se lo hice conocer a algunos amigos gitanos que, además, eran artistasde flamenco (Mario Maya, Juan Peña el Lebrijano). A fines del pasado año, El Lebrijano y yo resolvimos hacer el disco que ahora ve la luz. La primera etapa de nuestro trabajo, ciertamente laboriosa y previo un extenso anteproyecto que hube de preparar como necesaria plataforma documental, fue la de seleccionar el escaso material que cabe en la duración de un LP por entre la espesa selva de incitaciones que la historia nos ofrecía, y que en parte han quedado reflejadas en las páginas que anteceden. Hubimos de resignarnos a separar únicamente los temas que nos parecieron más estremecedores, aunque renunciando a muchos otros que igualmente hubieran contribuido a estrucuturar un conjunto dramático y significativo. Ya elegidos los temas decidimos su tratamiento. Acordamos no omitir en la totalidad de nuestro trabajo la mención de dos normas que aparecen muy acentuadas en la caracterología gitana: su exasperad libertad, su religiosidad profunda. Si de algun modo este trabajo había de ser una respuesta a las penalidades gitanas de la época acotada en nuestro recorrido (finales del siglo XV a mediados del XVIII), nos pareció consecuente que la palabra libertad iniciara y cerrara este disco, y que en él no faltasen alusiones frecuentes a la patética esperanza (tan abundante en el viejo repertorio flamenco) del gitano en los poderes de la divindad. Con estas normas, con un recuerdo a los tiempo en que entraron a España las primeras caravanas de zíngaros, y con algunos documentos históricos, nos dispusimos a elaborar nuestro trabajo. A continuación reproduzco - siquiera en parte - los documentos de donde dedujimos el espíritu dramático, desesperado a veces, del contenido del presente LP. A la vista de ellos se comprueba que ese dramatismo no es un capricho nuestro, sino una inexorable consecuencia de la presión de una historia obstinadamente inmisericorde y de nuestro próposito de ser fieles al dilatado sufrimiento de una cultura marginada. Con esa fidelidad - lo sabemos - nuestro trabajo se vincula al dolor y al temor tan reiterados y visibles en la etapa de formación del flamenco, aquella época en que las iniciales tonás y siguiriyas apenas hablablan de otra cosa que de un espesp desasosiego sentimental, racial, civil, histórico.
Mi interés por este pueblo que desde hace siglos paga un precio tan alto por la defensa de su libertad, la conservación de sus tradiciones, la radicalización de su desobediencia y la preservación de su orgullo, viene de muy antiguo. Entre otras causas, por la vinculación de ese pueblo tan desdichado e indomable con una arte que amo de modo muy profundo: los cantes, los bailes flamencos. Que su participación en el proceso de creación y desarrollo del flamenco sea mayor o menor, es un hecho lateral a estas notas - aunque, en mi opinión, tal participación es inegable, y decisiva - . Por ello, cuando a principios de 1975 publiqué un texto con el tema de los gitanos perseguidos, se lo hice conocer a algunos amigos gitanos que, además, eran artistasde flamenco (Mario Maya, Juan Peña el Lebrijano). A fines del pasado año, El Lebrijano y yo resolvimos hacer el disco que ahora ve la luz. La primera etapa de nuestro trabajo, ciertamente laboriosa y previo un extenso anteproyecto que hube de preparar como necesaria plataforma documental, fue la de seleccionar el escaso material que cabe en la duración de un LP por entre la espesa selva de incitaciones que la historia nos ofrecía, y que en parte han quedado reflejadas en las páginas que anteceden. Hubimos de resignarnos a separar únicamente los temas que nos parecieron más estremecedores, aunque renunciando a muchos otros que igualmente hubieran contribuido a estrucuturar un conjunto dramático y significativo. Ya elegidos los temas decidimos su tratamiento. Acordamos no omitir en la totalidad de nuestro trabajo la mención de dos normas que aparecen muy acentuadas en la caracterología gitana: su exasperad libertad, su religiosidad profunda. Si de algun modo este trabajo había de ser una respuesta a las penalidades gitanas de la época acotada en nuestro recorrido (finales del siglo XV a mediados del XVIII), nos pareció consecuente que la palabra libertad iniciara y cerrara este disco, y que en él no faltasen alusiones frecuentes a la patética esperanza (tan abundante en el viejo repertorio flamenco) del gitano en los poderes de la divindad. Con estas normas, con un recuerdo a los tiempo en que entraron a España las primeras caravanas de zíngaros, y con algunos documentos históricos, nos dispusimos a elaborar nuestro trabajo. A continuación reproduzco - siquiera en parte - los documentos de donde dedujimos el espíritu dramático, desesperado a veces, del contenido del presente LP. A la vista de ellos se comprueba que ese dramatismo no es un capricho nuestro, sino una inexorable consecuencia de la presión de una historia obstinadamente inmisericorde y de nuestro próposito de ser fieles al dilatado sufrimiento de una cultura marginada. Con esa fidelidad - lo sabemos - nuestro trabajo se vincula al dolor y al temor tan reiterados y visibles en la etapa de formación del flamenco, aquella época en que las iniciales tonás y siguiriyas apenas hablablan de otra cosa que de un espesp desasosiego sentimental, racial, civil, histórico.
LA LEY DE MEDINA DEL CAMPO
En el afán de libertad, la vida en caravana, la buenaventura, la religiosidad y el premonitorio terror son los ingredientes de los dos temas con que se abre este disco: los temas que preceden a nuestro tratamiento de la pragmática de Isabel y Fernando nacida en Medina del Campo en 1499. El texto íntegro de aquella pragmática (cuyas disposiciones serían mandadas observar a lo largo del tiempo hasta marzo de 1873) dice lo siguiente:
"Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reynos y señorios con sus mugeres y hijos, que del dia que esta ley fuere notificada y prolongada en nuestra Corte, y en las villas, lugares y ciudades que son cabezas de partidos fasta sesenta dias siguientes, cada uno dellos vivan por oficios conoscidos, que mejor supieren aprovecharse, estando de estada en los lugares donde acordasen asentar, ó tomar vivienda de señores á quien sirvan, y los den lo que hobieren menester, y no anden mas juntos vagando por nuestros reynos, como lo facen, ó dentro de otros sesenta dias primeros siguientes salgan de nuestros reynos, y no vuelvan á ellos en manera alguna; so pena que, si en ellos fueren hallados ó tomados, sin oficios ó sin señores, juntos, pasados los dichos dias, que den á cada uno cien azotes por la primera vez, y los destierren perpetuamente destos reynos; y por la segunda vez, que los corten las orejas, y estén sesenta dias en la cadena, y los tornen a desterra, como dicho es; y por la tercera vez, que sean captivos de los que los tomaren, por toda su vida: y si hecho el dicho pregon fueren ó pasaren contra lo suso dicho, mandamos á los nuestros alcaldes de la Corte y Chancillería, y á todos Corregidores, Asistentes, Justicias y Alguaciles de cualesquier ciudades, villas y lugares de nuestros reynos y señorios, que executen las dichas penas en las personas y bienes de cualesquier de los suso dicho. Lo qual mandamos, que se cumpla y guarde, sin embargo de cualesquier nuestras cartas de seguro que de Nos tengan, las quales desde luego las revocamos, y sin embargo de cualesquier cédulas y provisiones que contra el tenor desta ley y pragmática hayamos mandado dar, las quales queremos, que sean obedescidas y no cumplidas, y que sin embargo dellas se guarde lo en esta ley contenido"
(Novísima Recopilación, Libro XII, título XVI)
En el afán de libertad, la vida en caravana, la buenaventura, la religiosidad y el premonitorio terror son los ingredientes de los dos temas con que se abre este disco: los temas que preceden a nuestro tratamiento de la pragmática de Isabel y Fernando nacida en Medina del Campo en 1499. El texto íntegro de aquella pragmática (cuyas disposiciones serían mandadas observar a lo largo del tiempo hasta marzo de 1873) dice lo siguiente:
"Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reynos y señorios con sus mugeres y hijos, que del dia que esta ley fuere notificada y prolongada en nuestra Corte, y en las villas, lugares y ciudades que son cabezas de partidos fasta sesenta dias siguientes, cada uno dellos vivan por oficios conoscidos, que mejor supieren aprovecharse, estando de estada en los lugares donde acordasen asentar, ó tomar vivienda de señores á quien sirvan, y los den lo que hobieren menester, y no anden mas juntos vagando por nuestros reynos, como lo facen, ó dentro de otros sesenta dias primeros siguientes salgan de nuestros reynos, y no vuelvan á ellos en manera alguna; so pena que, si en ellos fueren hallados ó tomados, sin oficios ó sin señores, juntos, pasados los dichos dias, que den á cada uno cien azotes por la primera vez, y los destierren perpetuamente destos reynos; y por la segunda vez, que los corten las orejas, y estén sesenta dias en la cadena, y los tornen a desterra, como dicho es; y por la tercera vez, que sean captivos de los que los tomaren, por toda su vida: y si hecho el dicho pregon fueren ó pasaren contra lo suso dicho, mandamos á los nuestros alcaldes de la Corte y Chancillería, y á todos Corregidores, Asistentes, Justicias y Alguaciles de cualesquier ciudades, villas y lugares de nuestros reynos y señorios, que executen las dichas penas en las personas y bienes de cualesquier de los suso dicho. Lo qual mandamos, que se cumpla y guarde, sin embargo de cualesquier nuestras cartas de seguro que de Nos tengan, las quales desde luego las revocamos, y sin embargo de cualesquier cédulas y provisiones que contra el tenor desta ley y pragmática hayamos mandado dar, las quales queremos, que sean obedescidas y no cumplidas, y que sin embargo dellas se guarde lo en esta ley contenido"
(Novísima Recopilación, Libro XII, título XVI)
GITANOS EN GALERAS
El nombre de Galera comenzó a ser usado en España hacia el siglo XIV, aun cuando ese tipo de embarcación, usada para el transporte de mercancías o para la guerra naval, ya era conocido en el Mediterráneo desde los principios de la Edad Media, y aun cuando su existencia data de épocas más antiguas. Por ejemplo: existen nueve galeras en un bajorrelieve que Ramsés IV ordenó esculpir en su palacio de Tebas, en conmemoración de una batalla naval librada por los egipcios contra los hindúes. En ellas se ven varios soldados disparando con arco y, más abajo, los galeotes, y los remos brotando del casco de la nave. Esto prueba la existencia de la galera de guerra - de remo y vela - en el siglo quince antes de Cristo. Ya en la época que aquí nos interesa, siglos XVI al XVIII, las galeras alcanzaban una gran variedad de formas, nombres y tamaños, segun la aplicación a que estivesen destinadas. Una de tales naves se llamaba precisamente galera de forzados: otra, galera galocha, de remos enormes que eran movidas hasta por siete galeotes cada uno; las galeras de la llamada Armada Invencible llevaban 153 de los forzados en galeras es ocioso todo comentario: el cimematógrafo ha mostrado suficientes imágenes mediante cualqiera de nosotros puede hacerse una idea aproximada de lo que quería decir Cervantes cuando, refiriéndose a un galote, excribió: "Va por diez años, que es como muerte civil". Tan cierto es esto, que la pena de galeras suplía por lo general la pena de muerte. Las leyes de la época, que castigaban con la muerte a los salteadores de caminos, solían conmutar dicha pena por la de galeras, por diez años o por tiempo perpetuo (aunque por supuesto, muchos galeotes, incluso jóvenes, morían antes de alcanzar a cumplir la condena de diez años en tales naves). Es presumible que muchos gitanos fueran condenados a galeras a causa de los delitos máximos por los que entonces se llevaba a los delincuentes a esta "muerte civil". Es indudable que muchos gitanos fueran llevados a galeras por delitos menores e incluso por su altoreinvindicación racial, esto es, simplemente por ser gitanos: por no adoptar oficios payos, por usar su lenguaje y sus vestidos y por no servir a Señores. Las pragmáticas que condenan a galeras a los gitanos fueron abundantes: Carlos I y Doña Juana en Toledo y en1539, Felipe II en Toledo y el 11 de septiembre de 1560, Felipe III el 28 de junio de 1619, Felipe IV el 8 de mayo de 1633, Carlos II el 20 de noviembre de 1692 y el 12 de junio de 1695, Felipe V en enero y en mayo de 1717...Y bien: en el desarrollo que hemos dado al tema de los gitanos en galeras, de entre las penalidades que pudiéramos haber acentuado hemos elegido el sufrimiento que, a nuestro juicio, debió de ser constante en el gitano galeote: la lejanía (eterna en muchas ocasiones) de ese gitano y su familia. Quisimos así, más que objetivarlo, interiorizar el dolor del gitano, para quien , es sabido, la familia es su fundamental forma de apropiación de la realidad.
El nombre de Galera comenzó a ser usado en España hacia el siglo XIV, aun cuando ese tipo de embarcación, usada para el transporte de mercancías o para la guerra naval, ya era conocido en el Mediterráneo desde los principios de la Edad Media, y aun cuando su existencia data de épocas más antiguas. Por ejemplo: existen nueve galeras en un bajorrelieve que Ramsés IV ordenó esculpir en su palacio de Tebas, en conmemoración de una batalla naval librada por los egipcios contra los hindúes. En ellas se ven varios soldados disparando con arco y, más abajo, los galeotes, y los remos brotando del casco de la nave. Esto prueba la existencia de la galera de guerra - de remo y vela - en el siglo quince antes de Cristo. Ya en la época que aquí nos interesa, siglos XVI al XVIII, las galeras alcanzaban una gran variedad de formas, nombres y tamaños, segun la aplicación a que estivesen destinadas. Una de tales naves se llamaba precisamente galera de forzados: otra, galera galocha, de remos enormes que eran movidas hasta por siete galeotes cada uno; las galeras de la llamada Armada Invencible llevaban 153 de los forzados en galeras es ocioso todo comentario: el cimematógrafo ha mostrado suficientes imágenes mediante cualqiera de nosotros puede hacerse una idea aproximada de lo que quería decir Cervantes cuando, refiriéndose a un galote, excribió: "Va por diez años, que es como muerte civil". Tan cierto es esto, que la pena de galeras suplía por lo general la pena de muerte. Las leyes de la época, que castigaban con la muerte a los salteadores de caminos, solían conmutar dicha pena por la de galeras, por diez años o por tiempo perpetuo (aunque por supuesto, muchos galeotes, incluso jóvenes, morían antes de alcanzar a cumplir la condena de diez años en tales naves). Es presumible que muchos gitanos fueran condenados a galeras a causa de los delitos máximos por los que entonces se llevaba a los delincuentes a esta "muerte civil". Es indudable que muchos gitanos fueran llevados a galeras por delitos menores e incluso por su altoreinvindicación racial, esto es, simplemente por ser gitanos: por no adoptar oficios payos, por usar su lenguaje y sus vestidos y por no servir a Señores. Las pragmáticas que condenan a galeras a los gitanos fueron abundantes: Carlos I y Doña Juana en Toledo y en1539, Felipe II en Toledo y el 11 de septiembre de 1560, Felipe III el 28 de junio de 1619, Felipe IV el 8 de mayo de 1633, Carlos II el 20 de noviembre de 1692 y el 12 de junio de 1695, Felipe V en enero y en mayo de 1717...Y bien: en el desarrollo que hemos dado al tema de los gitanos en galeras, de entre las penalidades que pudiéramos haber acentuado hemos elegido el sufrimiento que, a nuestro juicio, debió de ser constante en el gitano galeote: la lejanía (eterna en muchas ocasiones) de ese gitano y su familia. Quisimos así, más que objetivarlo, interiorizar el dolor del gitano, para quien , es sabido, la familia es su fundamental forma de apropiación de la realidad.
LA "INFORMACION SECRETA"
A una investigación efectuada por el poeta Germán Bleiberg y al excelente uso que de ella hiciera con posterioridad un inteligente flamencólogo que semianónima y modestamente se firma "Wenscelao" debemos un importatísimo descubrimiento sobre la prehistoria del flamenco. Se trata de dos textos (el de Bleiberg, de tipo histórico; el de Wenceslao, un tejido de relaciones entre diversos datos refundidos con un olfato excepcional) que parecen probar, o al menos insinuar con bastante vigor, el tránsito de viejos romances andaluces o gitanoandaluces a las formas primigenias delas tonás. No interesa aquí y ahora seguir el rastro de ese desplazamiento, pero sí resumir conjuntamente las investigaciones de Bleiberg y de Wenceslao, no sin dejar establecida nuestra opinión de que ambos han facilitado, el primero tal vez sin advertirlo, el segundo con plena conciencia, un inestimable material para ulteriores indagaciones sobre el controvertido origen del cante flamenco. El resumen de ambos trabajos nos proporciona el resultado que anotamos a continuación.
La base naval para las galeras reales de España estuvo situada, desde 1540, en el Puerto de Santa María. Allí iban, pues, entre otros castigados por la justicia, los gitanos condenados a servir en galeras. En el año 1559 los Fúcares eran los concesionarios de las minas de Almadén y, por falta de mano de obra, solicitaran del rey permiso para trasladar galeotes a las minas durante todo el tiempo que durase la condena a que tales galeotes hubieran sido castigados. Felipe II respondió afirmativamente a esta petición de los Fúcares. Años después comienzan a circular noticias de los horribles tratos que reciben en aquellas minas de Almadén los trabajadores procedentes de las galeras de Puerto. Ese rumor sobre los malos tratos de los capataces contra los mineros hizo que las autoridades enviasen a un juez visitador para informar sobre la presunta veracidad de tales crueldades. El visitador oficial fue nada menos que uno de los creadores de la novela picaresca, el autor del GUZMAN DE ALFARACHE; Mateo Alemán; el cual. tras interrogar a los condenados, escribiría una llamada "Información Secreta". De ella proceden los párrafos siguientes:
"Habrá dos años que salió de la dicha fábrica un veedor que había en ella que se llama Miguel Rodriguez, que era muy riguroso con los forzados y les daba trabajo demasiado y más de lo ordinario, de manera que casi no los dejaba dormir ni reposar de noche ni de día, porque siendo obligados conforme a la costumbre que se tiene a trabajar dichos forzados de sol a sol, el dicho Miguel Rodríguez, cuando de noche salían los dichos forzados del trabajo, los hacía volver luego, sin darles lugar a que descansasen ni reposasen, a entrar en el dicho pozo y mina, y que anduviesen en el torno y sacasen agua, que es el mayor trabajo que hay en la mina, donde los hacía trabajar toda la noche y castigaba con mucho rigor a los forzados atándoles a la ley de Bayona y, desatacados, con un manojo de mimbres los azotaba cruelmente dándoles muchos azotes hasta que se quebraban los mimbres y solía remudar dos o tres manojos de ellos hasta que se quebrasen todos". "Y asimismo, otro capataz que se llama Luis Sanchez, el cual trataba a los dichos forzados con mucho rigor y los metía en los tornos del agua. Y el forzado que se cansaba antes de cumplir su tarea y acabar de sacar tres cientos zaques de agua, lo sacaba el dicho Luis Sánchez fuera de la mina y lo hacía desatacar y con un manojo de mimbres lo azotaba cruelmente hasta que se quebraba, y remudaba dos o tres manojos y les hacía saltar la sangre, que iba chorreando por el suelo". "Otro forzado dice sobre Miguel Brete, un capataz: en el tiempo que fue veedor andaba con un bastón en la mano, que por fuerza y dándoles palos con el dicho bastón hacía entrar a los forzados en el horno, estando abrasando, a sacar las ollas, y que del dicho horno salían quemados y se les pegaban los pellejos de las manos a las ollas y las suelas de los zapatos se quedaban en el dicho horno y las orejas se les arrugaban hacia arriba del dicho fuego y que de la dicha ocasión habían muerto veinticuatro o veinticinco forzados".
ESTO sucedía a finales del siglo XVI. La "Información Secreta" de Mateo Alemán es de 1593 ó 1594. Pues bien: en su Colleción de cantes flamencos (editada en Sevilla, en 1881) y sección dedicada a la reproducción de letras de martinetes, el gran folklorista Antonio Machado y Alvarez, "Demófilo" (padre de los poetas Manuel y Antonio Machado), incluye un martineto que, sin ninguna duda, procede de un romance compuesto - casi seguro que por algun gitano - con motivos de aquellos acontecimientos salvajes ocurridos en las minas de Almadén y que denuncia Mateo Alemán, tal romance debió de nacer a finales de XVI o a principios del XVII. He aquí su texto:
A una investigación efectuada por el poeta Germán Bleiberg y al excelente uso que de ella hiciera con posterioridad un inteligente flamencólogo que semianónima y modestamente se firma "Wenscelao" debemos un importatísimo descubrimiento sobre la prehistoria del flamenco. Se trata de dos textos (el de Bleiberg, de tipo histórico; el de Wenceslao, un tejido de relaciones entre diversos datos refundidos con un olfato excepcional) que parecen probar, o al menos insinuar con bastante vigor, el tránsito de viejos romances andaluces o gitanoandaluces a las formas primigenias delas tonás. No interesa aquí y ahora seguir el rastro de ese desplazamiento, pero sí resumir conjuntamente las investigaciones de Bleiberg y de Wenceslao, no sin dejar establecida nuestra opinión de que ambos han facilitado, el primero tal vez sin advertirlo, el segundo con plena conciencia, un inestimable material para ulteriores indagaciones sobre el controvertido origen del cante flamenco. El resumen de ambos trabajos nos proporciona el resultado que anotamos a continuación.
La base naval para las galeras reales de España estuvo situada, desde 1540, en el Puerto de Santa María. Allí iban, pues, entre otros castigados por la justicia, los gitanos condenados a servir en galeras. En el año 1559 los Fúcares eran los concesionarios de las minas de Almadén y, por falta de mano de obra, solicitaran del rey permiso para trasladar galeotes a las minas durante todo el tiempo que durase la condena a que tales galeotes hubieran sido castigados. Felipe II respondió afirmativamente a esta petición de los Fúcares. Años después comienzan a circular noticias de los horribles tratos que reciben en aquellas minas de Almadén los trabajadores procedentes de las galeras de Puerto. Ese rumor sobre los malos tratos de los capataces contra los mineros hizo que las autoridades enviasen a un juez visitador para informar sobre la presunta veracidad de tales crueldades. El visitador oficial fue nada menos que uno de los creadores de la novela picaresca, el autor del GUZMAN DE ALFARACHE; Mateo Alemán; el cual. tras interrogar a los condenados, escribiría una llamada "Información Secreta". De ella proceden los párrafos siguientes:
"Habrá dos años que salió de la dicha fábrica un veedor que había en ella que se llama Miguel Rodriguez, que era muy riguroso con los forzados y les daba trabajo demasiado y más de lo ordinario, de manera que casi no los dejaba dormir ni reposar de noche ni de día, porque siendo obligados conforme a la costumbre que se tiene a trabajar dichos forzados de sol a sol, el dicho Miguel Rodríguez, cuando de noche salían los dichos forzados del trabajo, los hacía volver luego, sin darles lugar a que descansasen ni reposasen, a entrar en el dicho pozo y mina, y que anduviesen en el torno y sacasen agua, que es el mayor trabajo que hay en la mina, donde los hacía trabajar toda la noche y castigaba con mucho rigor a los forzados atándoles a la ley de Bayona y, desatacados, con un manojo de mimbres los azotaba cruelmente dándoles muchos azotes hasta que se quebraban los mimbres y solía remudar dos o tres manojos de ellos hasta que se quebrasen todos". "Y asimismo, otro capataz que se llama Luis Sanchez, el cual trataba a los dichos forzados con mucho rigor y los metía en los tornos del agua. Y el forzado que se cansaba antes de cumplir su tarea y acabar de sacar tres cientos zaques de agua, lo sacaba el dicho Luis Sánchez fuera de la mina y lo hacía desatacar y con un manojo de mimbres lo azotaba cruelmente hasta que se quebraba, y remudaba dos o tres manojos y les hacía saltar la sangre, que iba chorreando por el suelo". "Otro forzado dice sobre Miguel Brete, un capataz: en el tiempo que fue veedor andaba con un bastón en la mano, que por fuerza y dándoles palos con el dicho bastón hacía entrar a los forzados en el horno, estando abrasando, a sacar las ollas, y que del dicho horno salían quemados y se les pegaban los pellejos de las manos a las ollas y las suelas de los zapatos se quedaban en el dicho horno y las orejas se les arrugaban hacia arriba del dicho fuego y que de la dicha ocasión habían muerto veinticuatro o veinticinco forzados".
ESTO sucedía a finales del siglo XVI. La "Información Secreta" de Mateo Alemán es de 1593 ó 1594. Pues bien: en su Colleción de cantes flamencos (editada en Sevilla, en 1881) y sección dedicada a la reproducción de letras de martinetes, el gran folklorista Antonio Machado y Alvarez, "Demófilo" (padre de los poetas Manuel y Antonio Machado), incluye un martineto que, sin ninguna duda, procede de un romance compuesto - casi seguro que por algun gitano - con motivos de aquellos acontecimientos salvajes ocurridos en las minas de Almadén y que denuncia Mateo Alemán, tal romance debió de nacer a finales de XVI o a principios del XVII. He aquí su texto:
"Los gitanos del Puerto
fueron los más desgraciaos,
que las minas del azogue
se los llevan sentenciaos.
Y al otro día siguiente,
les pusieron una gorra,
con alpargatas de espartos,
que el sentimiento m`ajoga.
Y al otro día siguiente
les pusieron un maestro
que a tó el que no andaba listo
de un palo lo echaba al suelo.
Los gitanos del Puerto
fueron los más desgraciaos,
que se pueden comparar
con los que están enterraos".
fueron los más desgraciaos,
que las minas del azogue
se los llevan sentenciaos.
Y al otro día siguiente,
les pusieron una gorra,
con alpargatas de espartos,
que el sentimiento m`ajoga.
Y al otro día siguiente
les pusieron un maestro
que a tó el que no andaba listo
de un palo lo echaba al suelo.
Los gitanos del Puerto
fueron los más desgraciaos,
que se pueden comparar
con los que están enterraos".
Wenceslao, el autor del descubrimiento de este romance y el primero en relacionarlo con el "Informe Secreto" de Mateo Alemán y con el drama social que lo motivara, asegura haberlo oído cantar a viejos gitanos de los Puertos, con una linea melódica muy emparentada a la de los martinetes. Nosotros, en función de la estructura musical del presente LP y para evitar en él repeticiones en cuanto a las formas flamencas con que ha sido desarrollado, hemos preferido presentar este tema no mediante las formas melódicas del martinete o del romance viejo (usadas en otros lugares de este disco) sino utilizando las tarantas mineras y los tangos gitanos. He sustituido los versos de aquel viejo romance - tan inocentemente hermosos - por unas estrofas con que las que quise conseguir una mayor, o más clara, intencionalidad históricosocial. Obviamente, mi próposito más minucioso fue el de conservar el dramatismo de aquellos acontecimientos infames.
"NI ENTRE LOS BRAZOS DEL CRISTO"
Más atras he aludido a la inconcebible órden de Felipe V con la cual hurta a los gitanos el último amparo: el de los templos. Esa orden nació en San Lorenzo de El Escorial por resolución del 30 de octubre de 1745. Reproduzco el texto íntegro de aquella resolución:
"Por cuanto por la pragmática publicada en 14 de Mayo de 1717, y provisión de 8 de octubre de 1738, y otras órdenes anteriores estan prevenidas y dadas varias providencias en razon de los domicilios y vecindades de los que se nominan gitanos; y no habiendo bastado á refrenar sus maldades, conviniendo aplicar el debido remedio, á consulta de mi Consejo de 17 de Septiembre próximo pasado me he servido resolver, que todos los Comandantes Generales, Intendentes y Corregidores de cabezas de provincias hagan publicar bandos y fixar adictos, para que todos los gitanos, que tienen vecindad en las ciudades y villas de su asignacion se restituyan en el término de quince días á los lugares de su domicilio; pena de ser declarados, pasado este término, por bandidos publicos, y de que, por el mismo hecho de ser encontrados con armas ó sin ellas fuera de los términos de su vecindario, sea lícito hacer sobre ellos armas, y quitarlos la vida: que pasado el referido término, se encargue estrechisisamente á los referidos Comandantes Generales, Intendentes y Corregidores, que por si ó por personas de integridad y de su mayor satisfacción salgan con tropa armada, y si no la hubiere, con la milicia y sus Oficiales, acompañados de las rondas de á la caballo destinadas al resguardo de las Rentas, á correr todo el distrito de sus jurisdicciones, haciendo las diligencias convenientes para aprehender á los gitanos y gitanas que se encontraren por los caminos publicos ú otros lugares fuera de su vecindario, y solo por el hecho de la contravención se les imponga la pena de muerte: que en el caso de refugiarse á los lugares sagrados, los puedan extraer, y conducir a las cárceles más inmediatas y fuertes, donde se mantegan: y si los jueces eclesiásticos procedieren contra las justicias seculares, á fin de que sean restituidos á la iglesia, se valgan de los recursos de fuerzas establecidos por Derecho: declarando, como declaro, que todos los gitanos que salieren de sus continuados domicilios, se tengan por rebeldes, incorregibles y enemigos de la paz pública: siendo como es mi voluntad, que á todas las milicias que se emplearem en reconocer, perseguir y castigar los gitanos en sus provincias, y á los Oficiales que las manden, por todo el tiempo en que se emplearen, se les socorra por mi Real Hacienda con el sueldo correspondiente para su manuntención. Y encargo al Gobernador y los de mi Consejo, que celando sobre el exacto cumplimiento de los Corregidores y Justicias en los explicados asuntos, siempre que reconociere ó justificare extrajudicialmente su negligencia y omisión culpable, los mande suspender desde luego de su exercicio, consutándome lo que convenga quanto á separar de mi Real servicio á semejante Ministros, y dando por vacante su empleo, no pueden ser consultados ni propuestos".
(Novísima recopilación, Libro XII, titulo XV)
Tras el desarrollo literario y musical de este tema denodadamente sombrío, el final obligado del presente LP (que no pretende ser más, ni menos, que un recorrido por algunos de los momentos más dolientes de la harto dolorida historia de los gitanos españoles) no podía ser otro que el de regresar a los fundamentos del ser gitano: su arriesgado amor a la libertad, su vinculación emocional con la grandiosidad de la Creación - las estrellas, los vientos... - su fervor para con sus antepasados, y su asumido dolor de constituir una cultura amenazada por hostilidades sucesivas. Desde fines del XVIII hasta nuestros días no han faltado alteraciones dentro de este viejo, orgulloso y enigamático pueblo en el contexto de las sociedades modernas. Quizá el ser gitano logre sobrevivir todavia mucho tiempo a la más o menos misericordiosas, más o menos interesadas, tentativas de integración que, como un abrazo o como una trampa, les vienen tendiendo los actuales Estados. Es posible, también, dudar de que ese ser gitano logre sobrevivir. Que todo esfuerzo por rescatar a ese pueblo de su miseria y su desconfianza es elogiable, es algo sobre lo que el autor de estas paginas no tiene duda. Que el resultado de ese esfuerzo pudiera conllevar la abolición final de una cultura milenaria y de unos rasgos comportamentales a menudo ejemplares (por ejemplo: es notable, aún puesto "progreso" de la sociedad de consumo) sería lamentable desde el punto de vista de la variedad emocionante del conjunto de las culturas de los hombres. A favor de aquellos esfuerzos, cuando no signifiquen un genocidio cultural, y en contra de la posible anulación de una cultura que, por entre peculiaridades en verdad cuestionables, no carece de una alta estima por la libertad, ha sido pensado y efectuado este trabajo. Quisimos, pues, que fuese no únicamente un producto artístico sino también y sobre todo una propuesta de inquietud civil.
FELIX GRANDE
Más atras he aludido a la inconcebible órden de Felipe V con la cual hurta a los gitanos el último amparo: el de los templos. Esa orden nació en San Lorenzo de El Escorial por resolución del 30 de octubre de 1745. Reproduzco el texto íntegro de aquella resolución:
"Por cuanto por la pragmática publicada en 14 de Mayo de 1717, y provisión de 8 de octubre de 1738, y otras órdenes anteriores estan prevenidas y dadas varias providencias en razon de los domicilios y vecindades de los que se nominan gitanos; y no habiendo bastado á refrenar sus maldades, conviniendo aplicar el debido remedio, á consulta de mi Consejo de 17 de Septiembre próximo pasado me he servido resolver, que todos los Comandantes Generales, Intendentes y Corregidores de cabezas de provincias hagan publicar bandos y fixar adictos, para que todos los gitanos, que tienen vecindad en las ciudades y villas de su asignacion se restituyan en el término de quince días á los lugares de su domicilio; pena de ser declarados, pasado este término, por bandidos publicos, y de que, por el mismo hecho de ser encontrados con armas ó sin ellas fuera de los términos de su vecindario, sea lícito hacer sobre ellos armas, y quitarlos la vida: que pasado el referido término, se encargue estrechisisamente á los referidos Comandantes Generales, Intendentes y Corregidores, que por si ó por personas de integridad y de su mayor satisfacción salgan con tropa armada, y si no la hubiere, con la milicia y sus Oficiales, acompañados de las rondas de á la caballo destinadas al resguardo de las Rentas, á correr todo el distrito de sus jurisdicciones, haciendo las diligencias convenientes para aprehender á los gitanos y gitanas que se encontraren por los caminos publicos ú otros lugares fuera de su vecindario, y solo por el hecho de la contravención se les imponga la pena de muerte: que en el caso de refugiarse á los lugares sagrados, los puedan extraer, y conducir a las cárceles más inmediatas y fuertes, donde se mantegan: y si los jueces eclesiásticos procedieren contra las justicias seculares, á fin de que sean restituidos á la iglesia, se valgan de los recursos de fuerzas establecidos por Derecho: declarando, como declaro, que todos los gitanos que salieren de sus continuados domicilios, se tengan por rebeldes, incorregibles y enemigos de la paz pública: siendo como es mi voluntad, que á todas las milicias que se emplearem en reconocer, perseguir y castigar los gitanos en sus provincias, y á los Oficiales que las manden, por todo el tiempo en que se emplearen, se les socorra por mi Real Hacienda con el sueldo correspondiente para su manuntención. Y encargo al Gobernador y los de mi Consejo, que celando sobre el exacto cumplimiento de los Corregidores y Justicias en los explicados asuntos, siempre que reconociere ó justificare extrajudicialmente su negligencia y omisión culpable, los mande suspender desde luego de su exercicio, consutándome lo que convenga quanto á separar de mi Real servicio á semejante Ministros, y dando por vacante su empleo, no pueden ser consultados ni propuestos".
(Novísima recopilación, Libro XII, titulo XV)
Tras el desarrollo literario y musical de este tema denodadamente sombrío, el final obligado del presente LP (que no pretende ser más, ni menos, que un recorrido por algunos de los momentos más dolientes de la harto dolorida historia de los gitanos españoles) no podía ser otro que el de regresar a los fundamentos del ser gitano: su arriesgado amor a la libertad, su vinculación emocional con la grandiosidad de la Creación - las estrellas, los vientos... - su fervor para con sus antepasados, y su asumido dolor de constituir una cultura amenazada por hostilidades sucesivas. Desde fines del XVIII hasta nuestros días no han faltado alteraciones dentro de este viejo, orgulloso y enigamático pueblo en el contexto de las sociedades modernas. Quizá el ser gitano logre sobrevivir todavia mucho tiempo a la más o menos misericordiosas, más o menos interesadas, tentativas de integración que, como un abrazo o como una trampa, les vienen tendiendo los actuales Estados. Es posible, también, dudar de que ese ser gitano logre sobrevivir. Que todo esfuerzo por rescatar a ese pueblo de su miseria y su desconfianza es elogiable, es algo sobre lo que el autor de estas paginas no tiene duda. Que el resultado de ese esfuerzo pudiera conllevar la abolición final de una cultura milenaria y de unos rasgos comportamentales a menudo ejemplares (por ejemplo: es notable, aún puesto "progreso" de la sociedad de consumo) sería lamentable desde el punto de vista de la variedad emocionante del conjunto de las culturas de los hombres. A favor de aquellos esfuerzos, cuando no signifiquen un genocidio cultural, y en contra de la posible anulación de una cultura que, por entre peculiaridades en verdad cuestionables, no carece de una alta estima por la libertad, ha sido pensado y efectuado este trabajo. Quisimos, pues, que fuese no únicamente un producto artístico sino también y sobre todo una propuesta de inquietud civil.
FELIX GRANDE
COMPRAR
Nenhum comentário:
Postar um comentário